
Su infancia
transcurrió en la hacienda de La Chimba, en la que sus padres trabajaban como
huasipungueros. Se les llamaba huasipungueros porque a cada familia le
asignaban una pequeña parcela, un huasipungo, en el que realizaban sus propios
cultivos, garantizando así su estancia en la hacienda. Los huasipungueros eran
obligados a trabajar día y noche, siete días a la semana y aunque supuestamente
debían cobrar un salario por su trabajo, éste se les escamoteaba a menudo. En
palabras de la propia Tránsito:
«En ese
tiempo plata no veíamos. Nada. Sólo cuando mismo no teníamos nos daban un
socorro. Un año, un costal de cebada; otro año, un costal de papa; otro un
costal de trigo. Y a las mujeres un rebozo y un centro blanco. Y maltrato
doble». (1)
Los abusos de los patrones eran constantes, un ejemplo es el
caso de la propia tía de Tránsito, su tía Pascuala Amaguaña, que fue
sentenciada a muerte por el amo de la hacienda por haber dejado morir a un
ternero. Parecida suerte corrió su padre, a quien se le había encargado el
cuidado de un rebaño y de curtir las pieles de las reses. Un día que éste no
fue a cumplir con su trabajo y el patrón, acompañado de varios hombres, lo
sacaron de su choza y lo apalearon brutalmente.
A los siete años Tránsito ya trabajaba en la hacienda pero a los
nueve su madre la obligó a ir a la escuela, ya que no quería que fuese
analfabeta como ella, pero sus estudios duraron poco. En la escuela, sufrió
humillaciones por ser indígena y tras seis meses de estudio comenzó a trabajar
como «servicia» para las patronas de la hacienda. A su corta edad tenía que
lavar, barrer, llevar leña, servir los almuerzos, ayudar en las cosechas,
ordeñar las vacas sin siquiera poder beber la leche… Cualquier pequeño error
era pagado con castigos corporales y tareas extras.
En las haciendas era común que los patrones violaran a las niñas
empleadas y para prevenirlo sus padres la obligaron a casarse con un hombre
mucho mayor que ella. Ella tenía sólo catorce años y él veinticinco. Era
alcohólico y la maltrataba; malos tratos que comenzaron el mismo día de su
boda. Ya a los quince años se convirtió en madre y tuvo su primer hijo, José
Luis. En esta época, a escondidas de su marido, comenzó a asistir a las
reuniones de la organización comunal creada por el Partido Socialista. El
marido dudaba que ese hijo fuese suyo y durante uno de sus muchos arrebatos
violentos la acusó de estar teniendo aventuras con los compañeros de las
reuniones. Una noche la emprendió a golpes con ella y a la mañana siguiente
Tránsito descubrió a su hijo muerto. Más tarde tuvo dos hijos más, Daniel y
Mesías.
A pesar de la oposición de su marido que no quería que ella se
involucrara en la lucha de los indígenas, Tránsito decidió que no se rendiría y
que se rebelaría contra la injusticia. Ella misma relata como se hartó de
recibir palizas y se enzarzó en su última lucha con él:
«Entonces
cuando él vino otra vez a pegarme, patearme y ya estaba fuerte y le dije «¿Sois
marido o no sois marido? ¿Soy tu mujer o no soy tu mujer? ¡Me matas o te mato!
¡carajo!». Me pegó. Yo alcé la mano y le di un chirlazo en la cara. Dos días
peleamos, dos días de pura pelea fueron. «¡Si mueres, mueres en mis manos! ¡Si
me matas en tus manos he de morir!», le dije yo. Nos golpeamos dos días solo
descansando para tomar agüita. Hinchados los ojos tenía. Morados tenía por todo
el cuerpo.»
Tras esa batalla desigual los vecinos acudieron a la choza y
encerraron al marido en un cuarto. Éste se marchó cabizbajo al día siguiente.
A partir de ese momento, Tránsito trabajó en diversas tareas,
recibiendo sólo comida por su trabajo. A los veintiún años se encontraba sola,
con dos hijos a los que cuidar, pero esto no impidió que siguiera colaborando
con los líderes de su comunidad que se reunían clandestinamente para luchar por
sus derechos. En 1930 participó activamente en la creación de las primeras
organizaciones indígenas de su país y tomó parte en veintiséis marchas hacia
Quito para exigir justicia para su pueblo; marchas que realizó descalza y con
un hijo a cuestas y el otro de la mano. Participó en la creación de los
primeros sindicatos agrícolas del país: «El Inca» en Pesillo, «Tierra Libre» en
Muyurco y «Pan y Tierra» en La Chimba. A pesar de los malos tratos y el acoso
al que eran sujetos los «cabecillas», Tránsito y sus compañeros redactaron y
presentaron una lista de peticiones a los patrones. Entre sus justas
exigencias, pedían que se aumentaran los salarios, que tuvieran un día libre y
que la jornada fuera de ocho horas.
Como era de esperar sus peticiones no fueron atendidas y en 1931
participó en la primera huelga de trabajadores agrícolas en Olmedo. La huelga
duró cerca de tres meses, algunos trabajadores reanudaron sus tareas aunque los
cabecillas no. Los patrones exigieron entonces la ayuda de las fuerzas
militares que destrozaron las chozas de los líderes y detuvieron a los que no
lograron escapar. Tránsito logró evadirse y durante los siguientes quince años
vivió escondida, deambulando de un lado a otro, mientras su madre se ocupaba de
sus hijos. Fue en esta etapa cuando conoció a otra gran líder ecuatoriana,
Dolores Cacuango. Durante la huelga y después de ella, las mujeres desempeñaron
un papel activo en el movimiento indígena de las haciendas de Olmedo. Ellas
encabezaban las comisiones a Quito (cubriendo unos 66 kilómetros a pie) y eran
las que se entrevistaban con las autoridades. Tránsito y Dolores eran
elocuentes y magníficas oradoras, juntas incitaban a los trabajadores a unirse
a su lucha. Los patrones de las haciendas iban perdiendo gradualmente su poder
y aunque algunos trabajadores se dejaban sobornar por los latifundistas, muchos
iban perdiendo el miedo a exigir mejores condiciones de vida. Las propias
líderes sufrieron intentos de soborno, como relata Tránsito:
«El cura
de Cayambe nos había estado esperando cerca de la quebrada de Yanahuaico. Así
con un fajo de billetes. «Toma Dolores. No estés andando. Coge la plata ¡Cinco
mil sucres y ya! Les pago para que estén quietitas, para que no sean
luchadoras.» – «¿Qué haremos Tránsito?» «No cojas mamita. Cinco sucres ha de
dar, no cinco mil.» «¡Calla, india comunista! ¡Negada de Dios! Cuando mueras no
has de entrar en el panteón… ¡En la quebrada te hemos de botar!» ¡Elé, nos
cogimos y seguimos andando!»
En 1944, junto a Ricardo Paredes, Nela Martínez, Dolores
Cacuango y Jesús Gualavisí, participó en la fundación de la Federación
Ecuatoriana de Indios (FEI). Federación que en 1946 fue reconocida como
organismo legal. Durante los años siguientes la FEI comenzó el traspaso de las
tierras a los trabajadores, prestando especial atención a las mujeres
indígenas, y gradualmente las peticiones presentadas en 1931 se fueron
satisfaciendo. Las personas que perdieron sus casas tras la huelga recibieron
una pequeña compensación y cada trabajador y trabajadora pudo por fin recibir
un sueldo por sus horas de trabajo. Muchas familias volvieron a edificar sus
casas y aquellos que habían escapado para no ser apresados pudieron reunirse
con sus familias. Pero a pesar de poder usar las tierras para edificar sus
modestos hogares y mantener un pequeño huerto, estas tierras no les
pertenecían.
A mediados de los cincuenta, colaboró en la creación de la
Federación de Trabajadores Agrícolas del Litoral FETAL. Tránsito ya gozaba de
una enorme reputación como dirigente campesina de su país, aunque ella jamás se
viera como líder, simplemente se dedicaba a luchar por obtener los mismos
derechos que los blancos. Una vez constituidos numerosos sindicatos de
trabajadores se involucró en otra batalla para lograr que los niños y niñas de
su zona tuviesen educación. Junto a Luisa Gómez de la Torre Paz y Dolores
Cacuango, creó las escuelas campesinas en las que, por primera vez, se enseñaba
a los indígenas en quechua y español. En su zona de Cayambe, fundó cuatro
escuelas bilingües. Como cabecilla Tránsito se ganó el respeto y reconocimiento
de las familias campesinas, pero a la vez sufría amenazas continuas por parte
de las fuerzas del «orden» y en una ocasión que debatían la instauración de una
escuela se la llevaron detenida. Afortunadamente la tuvieron que poner el
libertad ya que no podían esgrimir ningún cargo contra ella.
En 1961 viajó a Cuba en representación del pueblo indígena de
Ecuador y más tarde prosiguió su viaje a la Unión Soviética para asistir al
congreso de Moscú. En Ecuador la dictadura, temerosa de la revolución cubana,
desató una fuerte represión encarcelando a líderes de izquierda. En 1963, tras su
viaje por la Unión Soviética, fue detenida y llevada al Penal García Moreno,
acusada de tráfico de armas soviéticas y de recibir dinero de los bolcheviques
para incitar a la revolución en su país. Es evidente que la líder no traficaba
con armas ni llevaba dinero, aunque sí llevaba instrucciones de cómo proceder a
la repartición de tierras. Permaneció encarcelada cuatro meses y cuatro días.
En esta época falleció su padre y más tarde su madre, así como sus dos hijos
Daniel y Mesías, y una de sus nueras. Gracias a las gestiones del ex presidente
Galo Plaza, Tránsito recuperó su libertad tras firmar una declaración de que no
seguiría incitando a los indígenas.
Tránsito volvió a La Chimba y como era de prever, no abandonó la
lucha, esta vez liderando la formación de cooperativas. Tuvo un nuevo
compañero, un profesor de escuela, pero éste falleció al caerse del caballo
tras una noche de fiesta. Como él era el dueño de la pequeña parcela en la que
vivían, ella volvió a quedarse sin hogar al no poder heredarla. Sin embargo,
ese mismo año, en 1964, los sindicatos agrícolas ganaron su lucha de treinta
años y algunos campesinos pudieron comprar sus tierras, y otros terrenos fueron
asignados a cooperativas. Las tierras se repartieron según el número de
miembros de cada familia y según las jerarquías que regían en la hacienda.
Tránsito, al igual que otros líderes que no trabajaban en la hacienda, no
pudieron formar parte de la cooperativa y se quedaron sin tierra. Su nuera
recibió una parcela pero como era viuda y tenía que trabajar y cuidar de sus
hijos, a menudo faltaba a las reuniones de la cooperativa. Obligada a pagar
multas por no asistir se vio forzada a renunciar a su trozo de terreno.
Nuevamente gracias a las gestiones de Plaza, Tránsito obtuvo una pequeña parcela
al pie del volcán Cayambe, donde se instaló con su nuera y su nieto. Con el
paso del tiempo el sistema cooperativista se corrompió y aunque algunos
prosperaron, otros continuaron viviendo en la pobreza y muchos tuvieron que
abandonar sus comunidades y unirse a los miles de desplazados hacia las
ciudades.
En 1988, gracias a las gestiones de los diputados indígenas, el
gobierno ecuatoriano le otorgó una pensión vitalicia en reconocimiento por toda
una vida entregada a mejorar las condiciones del pueblo indígena. En l996 la
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador la nominó para el premio
internacional «Bob Pierce», donde obtuvo el tercer puesto, en reconocimiento a
su lucha por el desarrollo del pueblo indígena. En 1997 La Municipalidad de Quito
le otorgó la condecoración «Manuela Espejo» por sus años de labor como líder y
en el 2004 el Ministerio de Educación y Cultura le otorgó el Premio Nacional de
Cultura Eugenio Espejo, por su larga e incansable lucha a favor de los más
pobres.
A pesar de cien años de lucha esta gran mujer ha sobrevivido a
sus hijos y sigue viviendo en una modesta casita, construida por la
Municipalidad, en la ladera del volcán Cayambe. A casi tres mil metros de
altura, comparte este modesto hogar con su nuera y su nieto. Símbolo viviente
de la lucha indígena, hoy lleva una vida solitaria e humilde. En su comunidad
las nuevas generaciones ya no la reconocen, ya no valoran su experiencia,
incluso envidian las numerosas visitas que recibe y en las reuniones ya no
quieren oír sus propuestas. Esperemos que su recuerdo no se borre y que el
ejemplo de sus cien años de lucha sigan conmoviendo y alentando a todos los
pueblos del mundo durante muchos siglos más.
Tomado de:
Por Silvia Cuevas-Morales |
13/05/2009 | Ecuador
Fuentes: Rebelión
https://rebelion.org/fallece-transito-amaguana-simbolo-de-la-lucha-indigena/